La vida siempre me ha resultado extraña, un tanto efímera, sin control sobre ella, demasiado apegado a las circunstancias. No siempre se hace lo que uno quiere, la mayoría solo lo que se puede o debe. Sin embargo, por algunos momentos se puede mágicamente disponer de delicias, de maravillosas presencias, que hacen que la realidad se torne generosa, plena.
Antes me quedaba e imbuía de esas otras horas, oscuras, dramáticas, frustrantes y tristes...no pudiendo recordar lo otro...
Definitivamente, una conversación, un helado, una sonrisa cómplice recuerdan presencias, que se mantienen para sí...haciendo que nuestra mente y nuestro corazón vaguen en un deleite inimaginable. Adoro esos momentos, que aunque intermitentes, siguen habitando en lo más profundo de mi alma.